Diez
mandamientos para el medio ambiente
Mons. Giampaolo Crepaldi,
secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz
1)
La
Biblia presenta los principios
morales fundamentales de cómo afrontar la cuestión ecológica. La persona humana,
hecha a imagen de Dios, es superior al resto de las criaturas terrenales que, a
su vez, deben usarse responsablemente. La encarnación de Cristo y sus enseñanzas
testimonian el valor de la naturaleza: Nada de lo que existe en el mundo está
fuera del plan divino de creación y redención.
2)
La enseñanza social de
la Iglesia
recuerda dos puntos fundamentales. No debemos reducir la naturaleza a un mero
instrumento a manipular y explotar. Ni debemos hacer de la naturaleza un valor
absoluto, o ponerla por encima de la dignidad de la persona humana.
3)
La cuestión del medio
ambiente abraza a todo el planeta, puesto que es un bien colectivo. Nuestra
responsabilidad hacia la ecología se extiende a las futuras
generaciones.
4)
Es necesario confirmar la
primacía de la ética y de los derechos del hombre sobre la tecnología, para
preservar la dignidad humana. El punto central de referencia para toda
aplicación científica o técnica debe ser el respeto por la persona humana, que,
a su vez, debe trata a los demás seres creados con respeto.
5)
La naturaleza no debe
considerarse como una realidad divina en sí misma; por lo tanto no debe apartar
de la acción humana. Es, más bien, un regalo ofrecido por nuestro Creador a la
comunidad humana, confiado a su inteligencia humana y a su responsabilidad
moral. De ahí se sigue que no sea ilícito el modificar el ecosistema, siempre y
cuando esto se haga dentro del contexto del respeto por su orden y belleza, y
tomando en consideración la utilidad de cada criatura.
6)
Las cuestiones ecológicos
ponen de relieve la necesidad de alcanzar una mayor armonía entre las medidas
destinadas a fomentar el desarrollo económico y las dirigidas a preservar la
ecología, y entre las políticas nacionales y las internacionales. El desarrollo
económico, además, necesita tener en consideración la integridad y el ritmo de
la naturaleza, puesto que los recursos naturales son limitados. Y toda actividad
económica que utilice los recursos naturales debería incluir también los costes
de salvaguardar el medio ambiente en los cálculos de los costes totales de su
actividad.
7)
La preocupación por el
medio ambiente significa que debemos trabajar activamente por el desarrollo
integral de las regiones más pobres. Los bienes de este mundo han sido creados
por Dios para ser utilizado sabiamente por todos. Estos bienes se deben
compartir, de una forma justa y caritativa. El principio del destino universal
de los bienes ofrece una orientación fundamental para tratar con la compleja
relación entre ecología y pobreza.
8)
La colaboración, por
medio de acuerdos mundiales, respaldados por el derecho internacional, es
necesaria para proteger el medio ambiente. Es necesario poner en práctica la
responsabilidad por el medio ambiente de forma adecuada a nivel jurídico. Estas
leyes y acuerdos deberían guiarse por las exigencias del bien común.
9)
Los estilos de vida
deberían orientarse según los principios de sobriedad, templanza y
autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Las personas necesitan
escaparse de la mentalidad consumista y promover métodos de producción que
respeten el orden creado, así como la satisfacción de las necesidades de todos.
Una mayor conciencia de la interdependencia entre todos los habitantes de la
tierra ayudaría a este cambio de estilo de vida.
10)
Se debe dar una respuesta
espiritual a las cuestiones medioambientales, inspirada por la convicción de que
la creación es un don que Dios ha puesto en manos de la humanidad, para ser
usado de modo responsable y con cuidado cariñoso. La orientación fundamental de
las personas hacia el mundo creado debería ser de gratitud y agradecimiento. El
mundo, de hecho, conduce a las personas hacia el misterio de Dios que lo ha
creado y lo sigue sosteniendo. Si se olvida a Dios, la naturaleza se vacía de su
significado más profundo y queda empobrecida.
Si se vuelve
a descubrir el papel de la naturaleza como algo creado, la humanidad puede
establecer con ella una relación que tenga en cuenta sus dimensiones simbólicas
y místicas. Esto abriría a la humanidad un camino hacia Dios, creador de cielos
y tierra.